Guía de Broken Sword II: Las fuerzas del mal

La Pirámide Maya

Solución

Bueno, por fin llegamos a la tan afamada y temida pirámide. Nico habló con Titipoco y los guardianes en un extremo izquierdo (¡a quién se le ocurre!), Nico usó la daga en la tubería de un generador, creando un chorro de carburante. En el generador, cogió un cilindro suelto que usó en la tubería, y luego en el tapón de un motor. Después, cogió una cuerda y se la entregó al indio Titipoco para que trepase por un andamio, y que conectase los extremos de la cuerda al mencionado motor. Ella apretó el botón y accionó la palanca dos veces, Nico contó su plan a nuestro ya amigo Titipoco, y más tarde usó el ascensor y llamó a Titipoco. Cuando llegó arriba, recogió la cartuchera y volvió a descender. Recogió la antorcha y se la dio a Titipoco para encenderla y la dejó caer en un charco de carburante y luego soltó la cartuchera para crear un caos alucinante.

El indio de Londres y Marsella, llamado Pablo, bajó las escaleras dejándome solo con Karzac. Nico ascendió por el ascensor, habló con Karzac y luego conmigo desatándome. Nos metimos los tres, Nico, Titipoco y yo, en el interior de la pirámide. Vimos un dibujo dentro, y Nico intentó accionar dos palancas sin que pareciese que hubiera hecho nada. Pidió mi ayuda y una trampilla se abrió. El eclipse de sol, para colmo, había comenzado. Nico se fijo en que las losas del centro de la sala, tenían dos dibujos de la maquinaria, y que las otras cuatro losas tenían dos dibujos juntos, de dos losas del centro. Nico comprendió que sólo podían estar dos losas del centro empujadas a la vez, y que tenían que ser igual los dibujos a las otras cuatro. Cuando estas cuatro losas estuvieron marcadas y formaban una, se abrió una puerta secreta por donde Nico se internó.

Yo recogí la antorcha y se la di a Titipoco, a quien contaba mi vida, para después tirar de la palanca en un dibujo a nuestro lado. Después, tras otra caída, recogí la antorcha y la usé en otra antorcha de la pared. Tiré de la palanca y me metí en una nueva cámara en al oeste. Tiré de una palanca a la derecha, luego a la izquierda y luego de nuevo a la derecha, y avancé por una puerta al norte. Tiré (otra vez sí, qué pacha) de otra palanca situada muy abajo, y me metí por la puerta más al sur. Volví, con mi asombro, a la habitación del principio pero con una puerta secreta abierta (¡soy un cacho monstruo!). Tras salir por la puerta, miré el friso, situado al fondo, y accioné una palanca en el grabado de la derecha; descendí hacia una muerte segura, pero tenía confianza en mi mismo y entré. Dentro estaba Karzac vestido de sacerdote, invocando ante un espejo, de donde salió el Cazador Nocturno. Yo en una columna, Nico en otra y Titipoco en otra, intentamos colocar las piedras rápidamente. Lo conseguimos, no sin ver la herocidad de Raúl, el general, la muerte de su madre y la muerte, horrenda, de Karzac a manos del monstruo. Sin embargo, conseguimos volver a encerrarle y, ¡vaya, se me acaba la tinta...!

Diarios de viaje: Templos malignos
George Stobbard

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