Guía de Veil of Darkness

Primera y Segunda Profecía

Solución

“En un ave de acero del cielo vendrá, aquel que a los malditos suerte traerá.”
“Su papel en el juego no comprenderá, pero luego el martillo sangriento hallará.”

Quizás, alguien, arriba logró oírme... no sé, la cuestión es que logré salir con vida del accidente y, al despertar, me hallaba en una mullida cama en una casa. También vi lo más bonito que vi en mi vida, una joven de bellos ojos... en verdad, alguien, si me había oído. La chica se llamaba Deirdre y me dijo que debía de ver a su padre. Le pregunté por algún hermano, pero no habló mucho, sólo dijo su nombre; así que siguiendo sus indicaciones, fui a hablar con su padre. Su nombre era Kirill, y tenía un rostro bastante dominante. Hablamos sobre mi aeroplano, objeto que nunca habían visto... y sobre una herramienta, un martillo, que yo le debía traer de casa de un amigo suyo, un tal Eduardo. Antes de irme hacia su casa, hablé, como también me había dicho Kirill, con Iván sobre dinero, con lo cual tuve mis primeras doce monedas de plata.

Salí de casa de Kirill y admiré un pueblo bastante... tenebroso. Primero fui a la taberna, llamada la Cabeza Severa, donde pude charlar con Seth, el cantinero, y Sofía, una... mujer que andaba por ahí. Pude oír que Seth fumaba en pipa, y que también había cerillas. Al pedirle fuego, Seth me dijo que si no tenía una pipa, no tendría fuego. Resignado, charlé con los tres chismosos del pueblo, dos hombres y una mujer, que hablaron sobre Eduardo y algo sobre hombres lobo que no entendí muy bien. Dejé la cantina y fui a la farmacia del lugar, donde me atendió Anabel. Le compré unas semillas de hinojo y me fui al almacén regentado por Juan. Hablé con él y le compré una lámpara de aceite, tabaco y algunos clavos, pensando en el futuro. Fui a la casa de al lado, y cogí una palanca.

Dejé de mirar los lugares del pueblo y decidí hacer el encargo de Kirill, al fin y al cabo me había salvado la vida. La casa de Eduardo tenía muy mala pinta, estaba totalmente destrozada. Entré y fui entre habitaciones hasta hallar un reguero de sangre que chocaba contra una estantería, la cual moví descubriendo una puerta secreta. La abrí y encontré a Eduardo con la cabeza sesgada... aquello me heló la sangre. Cogí el martillo y dos monedas de plata, más un trozo de camisa en el suelo, afuera, y regresé corriendo donde estaba Kirill, el cual no se sorprendió y me contó todo lo que estaba sucediendo. El pueblo estaba maldito por una especie de demonio/vampiro llamado Kairn y, al parecer, yo formaba parte de una profecía extraña. Desde luego, en lo único en lo que pensaba era en cómo salir de aquel maldito lugar.

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