Guía de Timegate: Knight's Chase

El Museo de París

Solución

En unos instantes, William llegó al museo mientras se preguntaba qué estaba pasando. No lo sabía, pero quería averiguarlo, y saber quién era ese Wolfram. El museo estaba en calma, con unos cuantos visitantes y un par de técnicos. Tras examinar a fondo cada centímetro del museo, llegó a la conclusión de que era una trampa y de que Juliette no estaba allí. En una de las salas encontró un CD-ROM sobre los Templarios, y que pudo oír gracias a un ordenador y unos auriculares cercanos. Tras terminar, en la sala de al lado observó con firmeza un cuadro, que trataba sobre el último de los Templarios y cuya mirada le llenó de rabia e impotencia... y no tenía ni idea de por qué. Animado por el ambiente, William se apoderó de una espada y un escudo cercanos; pues pronto habría pelea. En la sala cercana había una catapulta, la cual no dudó en coger y, acto seguido, se fue al despacho del director del museo, el cual no estaba, y en uno de los cajones cogió un trozo de periódico, una tarjeta de crédito y una llave. Cuando leyó el periódico, se enteró de cómo unos ladrones habían burlado el sistema de seguridad con unos extintores. Raudo y veloz, marchó a coger uno; pero el sistema de seguridad del museo se había activado y tuvo que arrastrarse por el suelo, juntándose con los muebles, para no ser detectado.

Ya en la sala principal, hurgó en la caja de herramientas que los técnicos habían dejado allí tirada y encontró un destornillador, con el que pudo abrir la puerta atrancada. Antes de entrar, sin embargo, utilizó la llave del despacho del director para abrir el panel de control que activaba los láser de la puerta al patio. En la siguiente sala, William cogió un extintor de espuma carbónica, elemento que aplicó sobre el panel de control para inutilizar el sistema de alarma. Pudo atravesar el arco, pero Wolfram apareció en persona, activó el sistema de alarma dejándolo entre dos sistemas de seguridad. Por si fuera poco, un sirviente oscuro, armado con una espada, intentó matarle. Pero William, armado con la espada y el escudo, le derribó con certeros golpes. Otro problema era el nuevo sistema de alarma que se había activado. Con la tarjeta de crédito, el chico abrió una vitrina donde cogió munición. Así pues, William cargó la catapulta con munición y, usándola como si fuera un coche teledirigido, la movió entre los láser hasta que desactivó el sistema de un disparo.

Después de todo esto, nuestro amigo se adentró en el patio en donde, gritando el nombre de Juliette, fue sorprendido por dos rufianes, posibles compinches de Wolfram. Al intentar llegar al pozo, uno de ellos le echó un gas y le hizo dormir. Rato después, William sólo llegó a ver como le tiraban por un pozo...

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