Guía completa parte 1/2 de Gabriel Knight: Sins of the Fathers

Guía

Día 1

Todo empezó tras una de mis frecuentes pesadillas. Mis atormentados sueños me presentaban retazos de una historia que no podía comprender con mis vivencias y recuerdos. Me desperté sobresaltado al ver la única imagen reconocible: la fachada del edificio donde está sita la librería St.Georges, mi negocio.

En realidad, se trata de una herencia, con la cual trataba de sobrevivir (muy a duras penas) mientras trataba de escribir algún best-seller, con el cual alcanzar fama, gloria... y mucho, mucho dinero. De paso, su trastienda me ofrecía la posibilidad de tener una reducida vivienda, papel que compartía con el de mi estudio. Allí me desperté sobresaltado ese fatídico día en que el curso de mi vida se desvió para siempre.

Tras entrar en la tienda propiamente dicha, me saludó mi dependienta, secretaria y ángel de la guardia, de nombre Grace, con su habitual rosario de reproches. Realmente era el custodio de la poca moral, en un sentido judeocristiano quiero decir, que me quedaba. Aparte de sus quejas, me comunicó que tenía algunos mensajes para mí, además por fin mi grabadora había sido reparada y devuelta. Un breve interrogatorio sobre los mensajes recibidos me hizo saber que mi dulce abuela quería que me pasase por la casa donde me crié, para recoger algunas cosas; que un tal Wolfgang Ritter me había llamado desde Alemania; y que mi contacto en la policía, el detective Mosely, tenía unas fotos para mí en comisaría.

Por aquellos tiempos, una serie de crímenes asolaba la ciudad: Nueva Orleans. La Babilonia del Mississippi amanecía de vez en cuando con un nuevo cadáver, adornado con parafernalia vudú, por lo que la prensa amarilla había bautizado los sucesos como "los crímenes vudú". Simplemente, el tema me interesaba como posible argumento para una novela. Siempre había aspirado a convertirme en un nuevo Clive Barker, James Herbert, H.P. Lovecraft o Stephen King.

De hecho, mi interés sobre el tema me había hecho encargar a Grace una investigación sobre el vudú de Nueva Orleans, que me había proveído de un par de direcciones donde buscar.

Bien, si Mosely me quería entregar unas fotos, es probable que tuvieran algo que ver con estos sucesos. Decidí proveerme adecuadamente, y abrí la caja registradora para coger algo de dinero. Grace me hubiera degollado si lo hacía, pero afortunadamente pude llevarme un boleto de descuento en mi tienda (no suelen estar muy solicitados). Tomé prestadas también unas pinzas y una lupa de Grace que estaban sobre la mesa del centro de la librería. Mi pequeño equipo de detective. De paso eché un vistazo al diario.

Antes de salir, empero, el nombre Ritter golpeó mi cabeza. Eché un vistazo a los libros de poesía alemana heredados del difunto abuelo. ¿HEINZ Ritter? ¡Bueno, no se trata de WOLFGANG! Lo cual hubiese sido harto extraño.

En la Comisaría, hablé con el sargento del mostrador, un devorador de "beignets" y otras delicias de la cocina criolla. Tales pecados los purgaba con una obesidad más que incipiente. Tras mencionarle el tema de las fotos y concluir nuestra conversación, que cabría calificar de no muy amistosa, me entregó un sobre con las fotos de las que Mosely me había hablado. Efectivamente, tras abrirlo comprobé que una de ellas mostraba un cadáver con cachivaches vudú. Me decidí entonces a interrogar a Frick, tal era su nombre, sobre el asunto de los crímenes vudú. Se mostró tan colaborador conmigo como lo es, de ordinario, cualquier funcionario en su trato habitual con un ciudadano corriente (pretendo ser sarcástico) pero se le escapó que Mosely estaba en la escena del crimen. Bueno, era cuestión de llegar al lugar antes de que el cadáver se enfriase. Pero Frick no quiso proporcionar más datos.

Mientras meditaba sobre cómo conseguir la información sobre el paradero de la escena del crimen, decidí dar un paseo en mi moto hasta la casa de mi abuela. Allí estuvimos hablando largo y tendido sobre la familia. ¡Ah, los antepasados, las raíces! De allí saque la idea de visitar el Cementerio nº 1, donde reposaban los restos mortales de las familias Knight y Wright, la familia de la abuela.

Tras esta agradable charla subí a curiosear en el desván. Encontré, y me llevé, el antiguo libro de apuntes del abuelo, lleno de dibujos y bocetos que revelaban una mente atormentada, o quizás excesivamente imaginativa... si no fuera que tales dibujos alimentaban una extraña sensación de reconocimiento en mí, una especie de dejà vú. Sobre un extraño cofre se aposentaba un más raro aún reloj. Tras retirarlo, pude abrir el baúl mas nada en él despertó mi interés.

Siguiendo el consejo de mi querida abuela, fui a visitar el Cementerio, donde mantuve un diálogo ameno con su guardián y cuidador, Toussaint Gervais. Tras abandonar éste la escena, mencionando el tema de las extrañas marcas en ciertas tumbas, me concentré en observas las marcas de ese tipo que estaban grabadas en la tumba de Marie Laveau, reina vudú en el s.XIX. Recogí el ladrillo rojo que se había usado para escribirlas, pues nunca se sabe para qué puede usarse, y anoté en el bloc del abuelo los extraños signos, pues parecían una especie de alfabeto.

Decidí llegarme al parque de Jackson's Square, para meditar un poco. Allí un policía montaba guardia al lado de su Harley, mas no podía acercarme a él lo suficiente como para escuchar los mensajes de radio, esperando descubrir la localización de la escena del crimen. Afortunadamente, cerca de allí un mimo, que despertaba las iras de los paseantes con sus imitaciones, fue manipulado por cierto novelista, atrayéndolo hacia el policía dejando que lo imitase y lo siguiese, hasta que se fijó en el guarda y prefirió hacerle a él la puñeta. Naturalmente, el agente del orden no toleró ser humillado por un patán con la cara pintada, y emprendió una feroz persecución, que me proporcionaba una ocasión única para usar su radio y enterarme de dónde estaba Mosely: cerca del lago.

En la escena del crimen me esperaba Mosely. El cadáver no había sido aún retirado. Mientras comentábamos este asunto, apareció una limusina oscura. El cristal de la ventanilla trasera descendió con un sordo ruido, y apareció por el hueco un rostro femenino, bronceado... arrebatador. Nuestras miradas se cruzaron y provocaron un estallido de emociones. Mas el momento pasó, y la limusina se retiró. Mosely me reveló el nombre de la desconocida: Malia Gedde, miembro de las altas esferas de N.O. Cupido me hacía mirar muy alto, pero estaba en juego mi honor como ligón de barba de tres días.

Una vez que la policía se hubo retirado, inicié mi propia investigación sobre el terreno. Encontré interesantes los rastros de un dibujo que encontré en la arena, así que hice un boceto de ellos usando el cuaderno del abuelo. También me llevé un poco de arcilla de la orilla, sospechando que más tarde me sería de ayuda, pues nunca se sabe. Luego examine con la lupa por entre las matas y cañas, hasta encontrar una zona en que la vegetación había sido aplastada por un peso importante. Allí encontré una escama, probablemente de serpiente, que retiré con ayuda de las pinzas. Creí llegado el momento de investigar los antros dedicados al vudú que mencionara Grace. Mas en la tienda vudú tan sólo obtuve el dudoso placer de conocer a su propietario, Willy Walker, del que aprendí la curiosa expresión "cabrit sans cor" al mostrarle la foto del crimen , y por otro lado me percaté sobre su anuncio de la oferta por compras de cierto valor; y en el museo nada de nada, puesto que el jefe, el Dr.John, no estaba presente. Eso sí, aunque no pude acercarme a la serpiente que mantenían encerrada (interesado obviamente en sus escamas), comprobé que, pulsando el botón cercano al pequeño ataúd, que accionaba el mecanismo del extractor, la gran serpiente mostraba un extraño comportamiento. Más tarde, comprobando los libros sobre serpientes que tenía en la librería, descubrí que las serpientes que matan por asfixia (las pitones, boas, anacondas...) detectan a sus víctimas por las vibraciones y no por el olor o la vista... interesante.

Decidí darme por satisfecho con mi labor investigadora, y tras encargar a Grace que buscase datos sobre la despampanante Malia Gedde, me fui a la cama... a dormir... a tener más pesadillas... inquietantes.

 

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Día 2

Día 2

Grace tuvo éxito en sus investigaciones. Entre chismorreos inútiles, me proporcionó la dirección de Malia. Ahora quedaba para mis facultades de vividor y mi talento como embaucador de segunda penetrar en su círculo. Debía pensar en algo. Antes de empezar a deambular como un perro callejero, leí el diario.

Una visita al museo vudú me permitió conocer al Dr.John. Hombre de personalidad arrolladora, fuerte, alto... imponente en una palabra. No, otra palabra le definía mejor: intimidador. Mientras dialogaba con él, soportando su varonil voz grave y sus aires amenazadores, matizados por su estilo de hablar, muy académico, recabé información sobre el vudú en general y el histórico en particular. Principalmente sobre Marie Laveau.

Negó todo conocimiento sobre los crímenes vudú, y renunció a proporcionarme detalles sobre las prácticas actuales, aunque me puso en contacto con Magentia Moonbeam (rayo de luna, bonito nombre).

Tampoco se mostró muy colaborador conmigo cuando le mostré las fotos ni los códigos de la tumba... aunque noté que me amenazaba veladamente al aconsejarme no ir mucho al cementerio. Yo no se lo había mencionado. Tomé nota mental de ello.

Tras abandonar el museo (no pude examinar la serpiente) visité a la sacerdotisa Moonbeam. Ella me proporcionó más datos sobre el vudú: sobre la víspera de S.Juan especialmente. Accedió a traducirme los códigos de la tumba de Marie Laveau, pero me pareció a todas luces que no era excesivamente experta. Había demasiadas lagunas en su sabiduría. Tal vez necesitara una fuente de información alternativa. También dejé para más adelante el tema de su serpiente.

De vuelta a la comisaría, y tras pedir permiso al sargento Frick, pude hablar con Mosely. Él cree que las pistas en los crímenes que apuntan al vudú son falsas, puestas para despistar quizás. Adquirí otros detalles, en extremo sangrientos, sobre esos asesinatos rituales. Tan sólo mencionaré que a todas las víctimas les faltaba el corazón, arrancado de su tórax. Para tener más detalles sobre los crímenes vudú, me dijo que podía consultar el dossier pidiéndolo a la oficial Franks.

Salí un momento de la oficina para pedirle el tal dossier, mas no me permitió hacer fotocopias de su contenido. Bien, ya me saldría con la mía, pero de momento dejé el dossier en su cubeta y volví al despacho de Mosely.

Tras continuar nuestro diálogo, insinué a Mosely que tal vez fuera conveniente hacerse unas fotos juntos para el libro. Pero ¿de dónde íbamos a sacar un fotógrafo? Mosely llamó a Franks. ¡Esta es la mía!, pensé yo. Así que salí un momento del despacho para "arreglarme el cabello".

Una vez fuera, recogí el dossier de su cubeta, e hice todas las fotocopias que quise, tras lo cual lo devolví a la cubeta de Franks. Luego pensé en un plan para apoderarme de la placa de Mosely, así que accioné el termostato del aire acondicionado para calentar algo el ambiente.

De vuelta al despacho, y concluido el tema de las fotos, Mosely, abrumado por el calor, se quita la chaqueta, donde lleva la placa. Momento en que le pido café. Para dármelo debe salir fuera del despacho. Una vez sólo, le quité la placa.

Tras todo esto, y ya salivando con mis planes para la placa de Mosely, me dirijo a la tienda vudú. Allí soy testimonio casual del diálogo de Walker con Mdme.Cazaunoux. Ambos muestran cierto dominio de los temas relacionados con los sortilegios, maldiciones y encantamientos mágicos vudú. Mas nuevamente, y tras salir la anciana señora, Walker se niega a compartir sus conocimientos, más allá de decirme que la máscara de cocodrilo que se muestra en su tienda, Willy Jr., vale 100 dólares. ¡Dios!

Sin más preámbulos, y abandonando la investigación para mi novela, me dirijo a la Mansión Gedde, ni que decir tiene que con mayúsculas. Una suntuosa casa, al más puro estilo sureño anterior a la Guerra Civil Americana, de los tiempos de las plantaciones de algodón regadas con la sangre y el sudor de los esclavos afroamericanos. Un pobre desgraciado como yo no tenía oportunidad alguna de penetrar en los muros de semejante palacio, a menos que usara la astucia.

Tras accionar el picaporte, comprobé estupefacto que la casa también tenía el tópico mayordomo de acento y maneras inglesas, vanidad recubierta de buenas maneras y autosuficiencia edulcorada. Si no le hubiese mostrado la placa de Mosely, nunca habría conseguido acceder a Malia.

Finalmente, había entrado en el Sancta Sanctorum de los Gedde. Una biblioteca, adornada con las obras de arte más variadas y... caras que uno pueda imaginar, que poseía algunos volúmenes únicos y ricos incunables, se convirtió en el teatro de operaciones de mis manejos conquistadores. Normalmente, suelo tejer mi tela de araña alrededor de mis futuras conquistas en lugares algo más sombríos, tugurios de mala reputación o antros de moda. El cambio de lugar motivó un cambio de "modus operandi", así que fingí ser Mosely (conservando mi melena) y con el pretexto de interrogarla sobre el asesinato del desdichado encontrado cerca del lago, intenté impresionarla. Pero ella vio entre mis cortinas de humo como si de un día de verano se tratase, y destruyó mi engañosa fachada. Derrotado, y escoltado fuera de la mansión por el mayordomo, volví a mi librería y pedí a Grace que investigara a Mdme Cazaunoux.

Para recuperar la moral, regresé al Cementerio. Hable con el guarda sobre Marie Laveau y las marcas, que por lo visto aparecían también en otras tumbas.

Un alto para calmar la sed. La "Casa Napoleón" no es un local recomendable para los turistas, ni demasiado concurrido de todos modos. Para pasar el rato hablé durante un rato con el barman. Tras preguntarle sobre los clientes del bar en general, y más en concreto sobre Sam, el jugador de ajedrez, descubrí que es un creyente en las prácticas vudú. Tomé nota mental de ello.

Cerca de allí estaba el parque, así que fui a pasear por el parque. Un vendedor de frankfurts parecía inmensamente involucrado en la novela que leía. Tras hablar con él, pactamos un intercambio: mi vale de descuento, el que saqué de la caja registradora, a cambio de un perrito caliente. Pero cuando lo tuve en mis manos su aspecto no me pareció muy apetitoso. Continué el paseo.

Un pintor estaba realizando un cuadro de la catedral. Tras hablar un rato con él, me comentó que era un estudiante de arquitectura, y por tanto una persona hábil en el dibujo técnico. Me pregunté si sería capaz de realizar un dibujo a partir de los bocetos de los extraños signos vudú que ya tenía: el tomado por mi en la escena del crimen y los fotocopiados en comisaría. Mas de momento no parecía dispuesto a colaborar.

Sin embargo, una ráfaga de viento se llevó su trabajo al interior del jardincillo que enmarcaba la estatua de Jackson en el centro de la plaza. El enrejado le impidió acercarse al papel, y se alejó mascullando maldiciones. Me acerqué al pilluelo que bailaba claqué. Le di el bocadillo que tanto asco me había producido y él, agradecido, y tras pedírselo, recupera el dibujo del pintor por mi.

Tras devolverle el lienzo al pintor, este accedió a ayudarme. Le hice entrega de las dos hojas con los dibujos relacionados con el vudú, y él me prometió entregarme el resultado de sus trabajos al día siguiente, en la plaza. Le tomé la palabra.

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Día 3

Al día siguiente me levanté destrozado como era habitual. Grace me saludó con su habitual mordacidad, y me hizo entrega de una hoja de la guía telefónica para que yo mismo "investigase" Mdme.Cazaunoux. También me informó de que tenía unos mensajes para mí. Pero eso tuvo que esperar momentáneamente. Bruno, el afeminado propietario de un puesto de flores cercano, se había mostrado siempre muy interesado en el cuadro de mi padre, titulado "Tres serpientes y una calavera" de modo altamente descriptivo, por cierto. De ordinario, sus peticiones me sacaban de mis casillas, y lo enviaba a lugares peor olientes que su puesto. Además solía meterse con mi negocio y mi persona. Pero esta vez accedí a negociar, pues necesitaba el dinero, y le vendí el cuadro.

Tras la lectura habitual del diario, en que me enteré de que, oh casualidad astral, en la Universidad de Tulane se iba a dar una conferencia sobre el vudú, le pedí a Grace que me leyera los mensajes: Mosely tenía a un sospechoso, al cual me invitaba a presenciar su interrogatorio, para ayudarme en la investigación para mi libro; el tal Wolfgang Ritter había vuelto a llamar, diciendo que era un familiar. Había dejado su número de teléfono.

En el estudio, equipado con la página de la guía telefónica y mi teléfono particular, comencé mi particular investigación sobre Mdme.Cazaunoux. Llamé a todos los números de teléfono cuyo propietario tuviese el mismo apellido. Uno de ellos contestaba con una voz de vieja, y parecía hablarle paralelamente a mi persona con un chucho llamado Castro. Insistí sobre este teléfono, pero sin más resultados. Cuando creía perdida la pista, vi que en la misma hoja había un anuncio de una tienda de animales. Llamé, y tras dar a entender que conocía a la anciana señora, y mencionar de pasada a Castro para reforzar esa idea, accedieron a darme su dirección. Corrí a visitar a la señora, pero tras usar su picaporte, parecía que tan devota y anticuada señora no iba a dejar entrar a cualquiera en su casa. Y menos a mí, que daba vueltas por ahí en Junio en una gran moto y un abrigo de cuero. Dejé esto para más tarde.

De camino a la comisaría, decidí hacer dos etapas. En la primera, la tienda de Walker, adquirí la máscara de cocodrilo, y obtuve además el "lappiage" de "maestro del juego". En la segunda, me pasé por el parque para recoger del delineante el resultado de sus trabajos... interesante diseño, sí señor, pero que no me decía nada.

Lo primero que hizo Mosely tras verme es pedirme cortésmente la devolución de su placa. Tras lo cual hizo alarde de sus dotes de interrogador con un camello llamado Crash, un nombre muy interesante. Desgraciadamente, el sospechoso parecía temer mucho más a sus compañeros en el delito que a las amenazas legales de Mosely, que tuvo que desistir, aumentando su frustración el saber que al día siguiente debería liberarlo, pues no tenía más pruebas y no podía retenerlo. Una breve visita en Casa Napoleón para intentar recuperar los ánimos se convirtió en una oportunidad para darle a Sam, el jugador de ajedrez, el aceite de regalo de la tienda vudú. Gracias a sus poderes mágicos, o a la autosugestión, Sam fue capaz de derrotar a su oponente por vez primera. Agradecido, prometió ayudarme cuando la ocasión se terciara. Visitando el Cementerio para recoger inspiración , hallé a Malia saliendo del panteón familiar. Naturalmente aproveché el momento para invitarla a pasar por la librería más tarde, por la noche... pero salió huyendo, dejándome en la duda de si mis poderes de persuasión y conquista del género femenino habían fracasado.

Ya en la Universidad de Tulane, asistí a la conferencia, donde el profesor Hartridge dio una sesuda, profunda, elaborada y académica lección magistral sobre el vudú, sus orígenes, sus mitos, sus fetiches. Tal conferencia me sumió en un mar de conocimientos... y en un sueño nada placentero.

Tras despertar, una vez comprobado que prefería los conocimientos académicos de Hartridge a los esotéricos de Magentia Moonbeam, por ser más completos y menos cabalísticos, abrí la puerta del escenario que me condujo al interior de su despacho.

Primero le mostré la foto del cadáver. Según su entender, los "adornos" son manifestaciones auténticas del vudú negro. Desconoce sin embargo la existencia del alfabeto vudú que revelara Magentia, aunque eso podía achacarse a tratarse de alguna práctica local o reducida. Pero lo más significativo ocurrió al mostrarle el diseño realizado por el delineante: a todas luces se trataba de un vevé auténtico. Quiso estudiarlo más, prometiendo comunicarme sus hallazgos en cuanto se produjesen.

Un VEVÉ es un dibujo o esquema que identifica a una tribu. Está formado por un conjunto de diseños, cada uno de los cuales representa a un LOA o dios vudú, un espíritu que puede ser bueno o malo. Reforzaba la pista de que tras los asesinatos rituales se hallaba un culto basado en el vudú

Tras preguntarle por la expresión "cabrit sans cor", Hartridge me comunicó su significado. Era un término haitiano. En francés significa "cabra sin cuernos". Pero en este contexto mágico, ocultista, animista y vuduista quería decir... sacrificio humano.

Parecía sonreírme la suerte. Había conseguido mucha información, tanto para mi libro como para la investigación de los crímenes, en la que me sentía cada vez más involucrado. Malia podía aparecer por mi humilde morada aquella noche. Me sentía pletórico, así que volví a la librería, y le pedí que investigara el dibujo del vevé.

Y ya que estaba allí, concebí un plan para acercarme a Mdme.Cazaunoux. Ya lo digo, parecía inspirado. Tal vez afloraba en mí, por fin, ese... talento oculto que yo desconocía. En reducidas cuentas, recogí del lavabo un frasco de brillantina en gel y me dirigí a la Catedral.

De camino a la Catedral, pasé por el parque. Allí una gitana tenía instalado un chiringuito para leer la mano y esas cosas. Me acerqué, curioso. Tras hablar un rato con ella, cuando se puso a danzar el baile del vientre no tuve más remedio que unirme a ella. Se le cayó (o acaso lo tirase expresamente) un velo, que recogí para devolvérselo.

(Nota de "El Bárbaro", autor de la solución: ¿dónde se ha visto que un "aventurero virtual" DEVUELVA alguna cosa? Como dijo el profeta: "si no está clavado, llévatelo")

Medio conquistada, accedió a leerme la mano, mas mientras lo hacía... un extraño suceso acaeció. Como poseída por un espíritu, huyó tan deprisa como sus piernas se lo permitieron.

Ya en la Catedral, y tras comprobar que el capellán estaba ocupado confesando y dando absoluciones en el confesionario, penetré en la sacristía y robé un alzacuellos y una camisa negra. Tras salir de la Catedral y volver al parque, me reencontré la gitana. Intenté hablar con ella. Poseída por... ¿algo? me advirtió-amenazó: aléjate de Malia Gedde.

De nuevo en el portal de Mdme.Cazaunoux, me unté los cabellos con brillantina y me puse la camisa negra, tras lo que llamé a la puerta usando la aldaba. Esta vez accedió la anciana señora a dejarme pasar, al hacerme pasar por sacerdote, y charlar un rato.

El interior de su casa parecía un museo de objetos de culto y fetiches de todo tipo de supersticiones. Relicarios, imágenes, crucifijos y un largo etcétera. Un ambiente no muy apropiado para mí, acostumbrado como estaba a otro tipo de decoración. Inicié el diálogo con el tema de "cabrit sans cor". Una vez que afirmé que significaba "cabra sin cuernos" ella me reprochó que no hablase de su verdadero significado, sacrificio humano.

Parecía que iba por buen camino. La devota señora demostraba estar versada en costumbres nada criollas. Siguiendo con el tema de los sacrificios humanos, me habló de que las supuestas reinas vudú conocidas por todos no eran más que meras tapaderas, señuelos tendidos para no importunar a las auténticas reinas, las jefes del hounfour (templo vudú) secreto. Continuando la conversación por ese tema, llega a hablarnos de un objeto que ella posee, un recuerdo de familia del cual no se atreve a desprenderse, pero que sin duda es un objeto demoníaco pues permite acceder sin daño a las ceremonias vudú. Aunque la vieja parecía una mezcla de feligresa devota y paranoica atemorizada, podía haber algo de verdad en todo aquello. Tras pedírselo con la excusa de bendecirlo, resulta ser un brazalete dorado en forma de serpiente. Con la ayuda de la arcilla recogida de la orilla del lago, realicé un molde de la susodicha joya. Tras lo cual abandoné la residencia de la devota señora.

Lentamente las piezas del rompecabezas iban encajando. La relación de las serpientes con el vudú, el significado de los dibujos, la conexión del vudú y los asesinatos. Creí llegado el momento de relajarme un poco e investigar el asunto de mi presunto pariente alemán.

En casa de la abuela, visité de nuevo el desván en busca de pruebas de la relación de la familia Ritter con la mía. Empecé a darle vueltas al extraño reloj. Tras colocar las manecillas marcando las 3:00 y darle a la llave, con el dragón en las doce, se abrió un compartimento secreto. (Drei Drachen...). Tras recoger la foto y la carta del interior, revisé ambas. ¿Qué demonios quería decir SCHATTENJÄGER?

Había llegado el momento de interrogar a la abuela sobre la ascendencia alemana de la familia. Heinz Ritter era el nombre del abuelo. Heinz Ritter equivale a Harrison Knight. En cuanto al Wolfgang de las llamadas desde Alemania, la abuela no le conoce, pero como el abuelo dejó un hermano en Alemania, no descarta la posibilidad de que efectivamente se trate de un pariente.

Naturalmente se imponía llamar a Alemania, a W.Ritter. El tal Wolfgang intentó convencerme para que fuese a su casa en Schloss Ritter, pero al no poder me pidió que le dejase enviarme un paquete, conteniendo los diarios de un antepasado común, que podía iluminar mi comprensión. Tanto hablar de premoniciones y asuntos místicos me aburrieron sobremanera, y tan sólo accedí a que me lo enviase para concluir la costosa llamada internacional. A menudo pienso que de haber accedido a su primer deseo, refugiarme en Alemania, mucha gente habría sobrevivido. Pero mis ojos aún estaban ciegos a la maldad que me amenazaba a mí... y a muchos otros.

Una vez aclarada la cuestión, creí llegado el momento de ahondar en la investigación policial de los asesinatos. Mosely podría agradecérmelo. Aunque no era nada probable que un policía se alegrase de que un mero novelista le pisase con éxito el terreno. Así que volví a hablar con Magentia, y le pedí que me hablase de las serpientes en general y de la suya en particular, Grinwald. Tras pedirle que, como fanfarroneaba de ello, hipnotizase a la serpiente, me fue posible al fin recoger la muda de piel de serpiente de Grinwald. Analizada usando la lupa, comprobé que no se parecía a la hallada en el lugar del crimen. Quedaba analizar la del Dr.John.

Concluí las investigaciones del día entregándole a Sam, el jugador de ajedrez, el molde del brazalete para que me hiciese una réplica. Aquella noche, Malia acudió a mi morada. A pesar de los vanos esfuerzos por disuadirla de la entrometida Grace, acudió. La noche ocultó nuestra pasión a los ojos de los mortales... pero no de ciertos espíritus malignos.

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Día 4

Grace se muestra excesivamente interesada por los hechos de la noche anterior. Tras sortear sus intentos de sonsacarme como pude, me comunicó que había investigado sobre el vevé en la hemeroteca. Había hallado un recorte de periódico del año 1.810 en que se hablaba de unos asesinatos rituales parecidos a los actuales, y con un dibujo demasiado parecido al vevé actual.

Desgraciadamente no era la única novedad. Un tipejo se obstinaba en mirar descaradamente por la ventana, ignorando las buenas costumbres. En vano traté de amenazarle y de ser grosero con él, mantuvo su odiosa actitud. Sin darle más importancia que la de ser un chiflado, traté de distraerme leyendo el diario. Y entonces monté en cólera. ¡Ese idiota de Mosely había cerrado el caso! ¡Increíble!

Visité a Mosely en comisaría, víctima de un ataque de furia. Le pedí que reabriera el caso, a pesar de las presiones que, según me dijo, sufría desde las altas instancias del poder de la ciudad. Pero me pidió que le demostrase que existía un culto vudú en la ciudad, que tal culto podía constituir una amenaza a la ciudadanía y pistas sobre el culto.

Le mostré el recorte de diario que me había dado Grace, para demostrarle que la amenazaba existía, más, aun aceptando mi punto de vista, me dijo que no era suficiente. Enfadado, pero resuelto a obtener lo que se me pedía, me largué de su despacho dando un portazo.

Me acerqué a Casa Napoleón para que Sam me diera su réplica del brazalete.

Después visité Jackson's Square. Por ahí deambulaba, entre toses, el traficante llamado Crash que el día anterior había tratado en vano de interrogar el incompetente de Mosely. Algo tramaba, así que, para impedir que por sentirse vigilado actuara disimuladamente, me dirigí hasta un mirador cercano, desde el cual le vigilé con ayuda de los catalejos, observando que tramaba algo con el percusionista de color de la plaza, tras lo cual se fue a la Catedral. Mm.

Entré en la Catedral. Crash estaba sentado en uno de los bancos, rezando aparentemente. Mi primera idea de que tal vez estuviese traficando con drogas dentro del sagrado recinto desapareció al ver su rostro y su aspecto. Parecía estar muriéndose, agonizando. Intenté hablar con él, pero parecía demasiado atemorizado como para confiar en nadie... y menos a alguien a quien sólo conocía de su visita a unas dependencias policiales. Sólo tras mostrarle la réplica que hiciera Sam del brazalete en forma de serpiente accedió a dejarse interrogar por mí.

Dijo que sin la señal de la serpiente no se podía ni entrar en los ritos vudús. Tras hablarle de serpientes sólo fue capaz de mascullar Damballah. En cuanto a qué tramaban él y el percusionista, me explicó que usaban los tambores rada, y que los miembros de la secta los usaban para comunicarse entre ellos mediante un código secreto musical, mientras los percusionistas, discreta y estratégicamente distribuidos por toda la ciudad, eran sus ojos y oídos por todas partes. Insistí sobre el tema del hounfour secreto hasta que admitió que estaba bajo tierra, y que existía una mafia vudú. Tan sólo les vio una vez fuera... en el lago.

Tras lo cual, expiró. Un examen rápido de su cadáver mostró que había muerto asfixiado. Tras levantarle la camisa encontré su tatuaje de serpiente, el símbolo de Damballah, que posibilitaba entrar en los rituales. Usando el cuaderno del abuelo dibujé un boceto, y me retiré del sacrosanto lugar.

Todas las evidencias me lo mostraban, pero aun estaba ciego a la verdad. Los remordimientos atormentan mi conciencia... ¡Ojalá pudiese quemar mis recuerdos como hojarasca seca! Mas me he prometido a mi mismo relatar esta historia entera y debo seguir... diciendo que esa noche volví a ver a Malia y a... gozar de su compañía.

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Día 5

Grace me avisa de que acaba de llegar un paquete de Alemania. Supuse acertadamente que se trataba del bulto prometido por Wolfgang, mi pariente recién encontrado. En su interior había una carta y un diario. Grace me ruega encarecidamente que los lea. Me enfadé al saber que ya los había leído ella, "pues el paquete había llegado abierto". Las argucias femeninas eran transparentes para mí, pero mi enojo se calmó rápidamente al haber halagado a mi vanidad masculina con su preocupación por mí. En ese momento recibí una llamada: mi académico amigo Hartridge me llamaba desde su despacho de Tulane, víctima de un estado de excitación próximo al paroxismo. Me citó en su despacho y me conminó a ir allí rápidamente hacia allí. Pero yo no le hice caso, y a veces aun veo en sueños su rostro acusándome a mí... pero no adelantemos acontecimientos.

Tras la lectura matutina del diario de N.O. y encargar a Grace que investigara sobre los tambores rada y su código, inicié la lectura de los documentos enviados por Wolfgang. La carta me rogaba una lectura del diario de Gunter Ritter, cosa que inicié al instante, más que interesado, deseoso de concluir con ese enredo y poder dedicarme a mi investigación. El diario relata la vida de Gunter, cazador de brujas. La bella Tetelo, bruja a la que debía quemar, pero a la que ayudó a salvar la vida pues estaba enamorado de ella. No obstante la traicionó, y ella se lo pagó quitándole el sagrado talismán.

Todo me pareció en un primer momento sobremanera estúpido. ¿Qué tenía que ver todo aquello conmigo? Pero camino de Tulane empecé a relacionarlo con mis pesadillas nocturnas, y un sudor frío inundó mi espina dorsal.

Una vez en el despacho del académico, comprobé que una vez más la muerte había sido más rápida que yo. Yacía, blanco como la nieve, de un modo muy parecido al desafortunado Crash. DEMASIADO parecido.

Más escalofríos recorrieron mi espinazo. La gitana, Crash, Hartridge. Parecían carteles de neón que anunciasen la huida del maldito país. Pero aun mi curiosidad era más fuerte que el miedo, y superando mi aversión registré el lugar. Hartridge ya no podía contarme nada, pero yo podía intentar reconstruir sus investigaciones.

Sobre su mesa encontré una hoja. Tras recogerla, me di cuenta de que se trataban de algunas notas recogidas al azar: Damballah, Ogoun Badagris, Tribu Agris, República de Benim.

Creí llegado el momento de volver a visitar a Mosely. Le entregué las notas de Hartridge para que les echara un vistazo y comprobase que el origen africano del culto quedaba demostrado. Tras comunicarle las muertes de Crash y Hartridge, aun me continuaba pidiendo pruebas de que el culto existía en realidad. Bien, este incrédulo de Mosely parecía dispuesto a que me inmiscuyera más aun en toda esta basura animista.

Me encaminé entonces al Museo. Estaba todo a oscuras, y penetré sin pensarlo en su interior. Cuando me quise dar cuenta, la pitón del Museo se me cayó encima... y parecía hambrienta. Quizás tan sólo estuviera enfadada conmigo. El caso es que si no hubiese podido accionar el ventilador pulsando el botón, la serpiente me hubiese convertido en pulpa. Tras librarme de la serpiente apareció el Dr.John, convertido en un mar de excusas. No pude evitar pensar que el accidente había sido provocado, mas sus anchas espaldas me impedían replicarle de la forma que hubiera deseado.

De vuelta a la librería para librarme del susto, Grace me quita de encima una cosa que tenía enganchada en la cara y la tira al cenicero. Tras recogerla con las pinzas y ampliarla con la lupa, resulta ser una escama de serpiente. Comparándola con la hallada en el lago, resultan IDÉNTICAS. Vaya, parece que el Dr.John tendrá que explicar muchas cosas. Efectivamente, tras mostrarle a Mosely las dos escamas, decide reabrir el caso.

Esa noche intenté hablar por teléfono con Malia... mas no pude contactar con ella.

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